EDUCACIÓN
SOCIOEMOCIONAL: CUENTO “GARBANCITO”
Erase una vez un niño menudo y
muy bajo de estatura, pero muy vivaracho, a quien llamaban Garbancito. Siempre
tenía ganas de hacerlo todo por sí mismo. Cuando su padre o su madre le decían.
-Oye Garbancito, esto ya lo
haremos nosotros porque tú eres demasiado pequeño.
Él les respondía: -No hace
falta que lo hagáis vosotros, ya me las arreglaré yo solo.
Cierto día oyó que su madre
decía:
Nos hemos quedado sin pan para
comer.
-Iré yo mismo a la panadería a
comprarlo –respondió Garbancito.
-¿No ves que cualquiera puede
pisarte por la calle, de tan chiquito que eres? –repuso su padre.
-Pues ya cantaré lo más fuerte
posible –contestó Garbancito, que siempre tenía soluciones para todo.
La panadera, cuando oyó que
una vocecita le pedía una barra de pan y no veía a nadie, se sobresaltó.
-No se asuste- dijo Garbancito
-; estoy delante del mostrador y quiero una barra de pan.
De vuelta a casa, no paró de
cantar y silbar para que nadie lo pisara.
El padre de Garbancito era
camarero. Un día llegó al trabajo y se dio cuenta de que se había olvidado de
las pastillas que tomaba cada día después de la comida para la tensión alta.
Telefoneó a su esposa para pedirle que se las trajera. Pero en casa solo estaba
Garbancito, que le dijo a su Padre:
-No te preocupes; yo te
llevaré las pastillas, ya sé dónde están.
-No Garbancito, que la
carretera tiene muchas curvas y pasan coches-le dijo su padre.
-Ya verás cómo llegaré en
seguida.
Cuando cruzaba los campos,
estalló una tormenta terrible y se puso a llover a cántaros. En un huerto
Garbancito se refugió debajo de una col y se quedó dormido. Cuando despertó ya
no había col. Un buey se la había comido (en este cuento el buey no se comió a
Garbancito, no, no, no). Las pastillas estaban a salvo y él llegó al restaurante.
El padre se quedó sorprendido
cuando vio llegar a su hijo, risueño y nada mojado.
- ¿Lo ves padre? – dijo
Garbancito más satisfecho que nunca -; que sea pequeño como un garbanzo no
quiere decir que no pueda hacer como los mayores. Podéis confiar en mí, ¿verdad
que sí?
El abrazo de su padre premió
que Garbancito conociera sus posibilidades y su valentía.
FIN.
REFLEXIÓN
Conocer las propias emociones
es básico, ya que sería imposible relacionarnos adecuadamente con los demás, si
no supiéramos siquiera en qué situación emocional nos hallamos nosotros mismos.
Nuestro Garbancito confiaba en sí mismo porque se valoraba muy positivamente;
era consciente de sus limitaciones y temores, pero la certeza que tenía de sus
posibilidades le hacía encontrar soluciones a las dificultades.
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